Donald Trump vs Lula Da Silva, El Choque Geopolítico de los Dos Grandes de América.
- Marcos Preciado
- 21 jul
- 7 Min. de lectura
Esta semana el presidente estadounidense Donald Trump anunció nuevos aranceles para algunos países de América, cada uno por diferentes motivos de interés nacional, entre ellos Canadá con 35%, México con 30% y Brasil con 50%, los cuales entrarán en vigor el 1 de Agosto de este año.
El más llamativo fue el arancel que se puso a Brasil, no solo por haber sido el arancel más alto, sino por un conjunto de sucesos previos que acompañaron a esta noticia, entre ellos una fuerte discusión entre ambos presidentes de los países enfrentados, el estadounidense Donald Trump y el brasileño Luiz Inácio Lula Da Silva, ademas este conflicto geopolítico sucede en medio de otros dos sucesos muy relevantes, el primero es la reciente cumbre de los BRICS 2025, la cual tuvo como sede la ciudad de Río de Janeiro, Brasil, el segundo hecho relevante es el proceso judicial que tiene en este momento el expresidente ultraderechista de Brasil, Jair Bolsonaro, gran rival político del actual presidente Lula Da Silva, y muy intimo amigo del presidente Donald Trump.

Desde febrero de 2025, el fiscal general Paulo Gonet formalizó una acusación histórica contra el ex‑presidente Jair Bolsonaro, la cual incluye conspiración para golpe de Estado, formación de organización criminal y tentativa de insurrección armada, tras los disturbios del 8 enero de 2023 en el Congreso, el Palacio del Planalto y la Corte Suprema. Estos hechos fueron posteriores a la victoria electoral del presidente Lula Da Silva en 2022, la cual tuvo una enorme reaccion violenta por parte de la oposicion, liderada por el entonces presidente Jair Bolsonaro, con el objetivo de asestar un golpe de estado al nuevo gobierno de Lula.
El Ministerio Público presentó la acusación final ubicada en un extenso dossier de al menos 500 páginas entre junio y julio, en donde se narran hechos como la planificación de un golpe de estado, instigación a la violencia para anular las elecciones y amenazas como el supuesto envenenamiento de Lula; todo ello sustentado por grabaciones, chats, correos, planillas y registros de reuniones.
Este lamentable intento de golpe de estado por parte de Jair Bolsonaro, podría traerle al expresidente como consecuencia 43 años en prisión, esto sumando los cargos y condenas. Además, actualmente Bolsonaro ya se encuentra inhabilitado políticamente hasta 2030 por decisiones previas del Tribunal Superior Electoral sobre abuso de poder y desinformación. El juicio avanza hacia una fase clave en la segunda mitad de 2025, cuando el STF emitirá su veredicto, con una defensa que insiste en la narrativa de "cacería de brujas" y denuncia persecución política. Esto ha movilizado a la base bolsonarista; manifestaciones apoyan al exmandatario, especialmente en São Paulo y Río, aunque con una asistencia menor a la esperada . Mientras tanto, Lula y su gobierno mantienen una postura firme en defensa de la independencia judicial y estado de derecho.

Para entender el presente conflicto entre Lula y Trump, debemos de comprender también la relación no solo política, sino personal e ideológica que hay entre el expresidente brasileño Jair Bolsonaro y el presidente estadounidense Donald Trump. Ambos se consideran aliados ideológicos, ya que ambos son populistas de derecha, muy críticos de los medios tradicionales y mantienen vínculos estrechos desde que coincidieron en el poder, incluso Bolsonaro ha sido llamado el “El Trump Brasileño”.
Trump ha salpicado la justicia brasileña mediante publicaciones y cartas, calificando el proceso a Bolsonaro como “una cacería de brujas”, justo antes de anunciar aranceles del 50 % vinculados al mismo caso . Incluso se plantean sanciones bajo la Ley Magnitsky contra el juez Alexandre de Moraes, presionado por Eduardo Bolsonaro, hijo del expresidente Jair Bolsonaro, el apoyo de Trump ha redundado en medidas que tensan la diplomacia, como la imposición de aranceles y rogativas a entes judiciales brasileños. Es una muestra de cómo la amistad personal se transforma en jugadas geopolíticas .
En primer instancia esto beneficia a Bolsonaro, la alianza aumenta su legitimidad ante sus seguidores, aunque irrita a amplios sectores brasileños que ven en Trump una interferencia injerencista, lo cual incrementa el respaldo al presidente Lula .
Última cumbre de los BRICS en Brasil (2025)
Los días 6 y 7 de Julio se llevó a cabo la cumbre número 17 de los BRICS, la cual tuvo como sede este año la ciudad de Rio de Janeiro en Brasil.
Esta cumbre de los BRICS, tuvo una representación del más alto nivel, siendo encabezada por el presidente de Brasil Lula Da Silva, asimismo contó con la participación virtual del presidente de la Federación de Rusia Vladimir Putin, la participación del presidente Narendra Modi de la India, el presidente Ramaphosa de Sudáfrica, Li Qiang el primer ministro de China, Prabowo Subianto el presidente de Indonesia, entre otros mandatarios y representantes de países como India, Emiratos Árabes, Sudáfrica, México, Egipto, Nigeria, entre otros.

El tema central de esta última cumbre con sede en Brasil, fue la llama "desdolarización", en dicha cumbre se apoyó una estrategia coordinada entre los miembros, de pagos y financiamientos en monedas alternas al dólar estadounidense, principalmente en el yuan chino, rublos rusos, entre otras monedas locales. Asimismo se planteó la necesidad de creación de plataformas alternativas al sistema financiero americano "SWIFT", junto con posibles mecanismos de conjuntos de moneda, el cual se ha hablado de manera no oficial como "Divisa BRICS".
Los otros temas igual de importantes que se trataron en esta cumbre fueron:
Expansión del bloque de los BRICS: el ingreso de nuevas potencias emergentes como Irán, Egipto, Uzbekistán y Emiratos Árabes fue presentado como un paso hacia una multipolaridad resiliente.
Fortalecer al NBD (Banco de Desarrollo BRICS): Dilma Rousseff expresidenta de Brasil y actual presidenta del Banco de Desarrollo de los BRICS propuso fortalecer el banco para financiar proyectos soberanos en moneda local, reduciendo dependencia del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial .
Postura política y geopolítica conjunta: Dentro de la cumbre los países condenaron los aranceles proteccionistas y la interferencia externa (en alusión tácita a Trump), reafirmaron el multilateralismo y expusieron una agenda transformadora global conjunta.
Esta cumbre de los BRICS tuvo una gran relevancia en materia económica a nivel global, ya que el comunicado oficial abordó cooperación en infraestructura, energías renovables, inteligencia artificial, salud y desarrollo agrícola, además de subrayar la importancia de la consolidación de un nuevo sur global , con eje principal el respeto a la soberanía de las diferentes naciones, la multilateralidad, el respeto y sobre todo la cooperación. Además se buscó contrarrestar estructuras dominadas por Occidente, impulsando instituciones financieras alternativas y un nuevo equilibrio global.

Por evidentes razones, esta cumbre de los BRICS, sus declaraciones y temas a tratar ponen en riesgo al dominio geopolítico y financiero del viejo orden unipolar occidental encabezado por Estados Unidos y a la Unión Europea como aliado, el cual junto con el debilitamiento de sus mecanismos de poder suave, día con día se ve mas debilitado frente al nuevo surgimiento de un nuevo orden multipolar con los BRICS siendo el principal adversario del anterior sistema.
La creciente ofensiva del bloque BRICS para sustituir el dólar en el comercio internacional representa una de las amenazas más profundas al sistema financiero global dominado por Estados Unidos desde Bretton Woods. En este escenario, Luiz Inácio Lula da Silva ha asumido un papel protagónico al articular un discurso y una agenda que trascienden la simple cooperación económica: se trata de una reivindicación de la soberanía monetaria frente al orden financiero neoliberal.
Durante la última cumbre de los BRICS en Río de Janeiro, Lula no sólo respaldó el uso de monedas locales en el comercio bilateral, sino que insistió en avanzar hacia la construcción de mecanismos de compensación financiera independientes, ajenos tanto al dólar como al sistema SWIFT. Estas propuestas reflejan una crítica directa al carácter coercitivo del dólar, cuya primacía permite a EE. UU. ejercer sanciones unilaterales y condicionar el desarrollo de países periféricos.
La postura de Lula responde a una realidad económica estructural: Brasil, como muchos países del sur global, continúa subordinado a los flujos financieros y los ciclos del dólar, lo que limita su margen de acción ante crisis internacionales. De ahí que la “desdolarización” no sea un capricho ideológico, sino una estrategia racional de defensa frente al chantaje sistémico del capital especulativo y las instituciones multilaterales hegemonizadas por Occidente.

Estados Unidos, por su parte, ha interpretado esta agenda como una provocación directa. Trump, en tono de advertencia, anunció aranceles contra países que impulsen la desdolarización, demostrando que el dólar es también un instrumento de guerra geoeconómica. Ante este escenario, Brasil parece estar redefiniendo su lugar en el mundo: de país dependiente a actor intermedio con voluntad de autodeterminación.
La escalada verbal entre ambos mandatarios estos últimos días no debe interpretarse como una mera anécdota diplomática, sino como la cristalización de dos visiones antagónicas sobre el orden internacional. Lula representa un liderazgo progresista que apela al multilateralismo, la cooperación Sur-Sur y la justicia económica global; Trump encarna una lógica nacionalista, unilateral y reaccionaria, aferrada al privilegio estructural de EE. UU.
Las declaraciones de Lula "No soy empleado de ningún gringo" y "Trump no es emperador del mundo" no sólo buscaron reafirmar la soberanía brasileña, sino también marcar límites frente a una tradición de subordinación histórica del sur a los dictados del norte. Sus palabras resonaron como un acto de descolonización discursiva, al poner en evidencia que los países latinoamericanos no están obligados a legitimar las narrativas ni las presiones de Washington.
Trump, en contraste, respondió con amenazas y medidas coercitivas. El arancel del 50 % a productos brasileños fue justificado como defensa de la “libertad electoral” en Brasil, en una jugada paradójica: un político acusado de atentar contra su propio sistema electoral interviniendo en los asuntos judiciales de otra nación. Además, Trump amenazó con sancionar al juez Alexandre de Moraes, reafirmando la utilización instrumental de los derechos humanos y la justicia internacional para fines políticos.

Este intercambio refleja más que un enfrentamiento personal: exhibe una pugna entre dos modelos de liderazgo global. Uno basado en la imposición, la supremacía financiera y la excepcionalidad; el otro, en la defensa de la autodeterminación, el pluralismo geoeconómico y la resistencia diplomática del sur.
El reciente conflicto entre Luiz Inácio Lula da Silva y Donald Trump no debe analizarse en términos meramente diplomáticos ni reducirse a una confrontación entre personalidades. Se trata, en realidad, de un síntoma de un reacomodo mayor del orden internacional, en el que los países del sur global buscan afirmarse frente a un sistema económico y político que, durante décadas, ha funcionado en su contra. La judicialización de Bolsonaro, la creciente influencia de los BRICS, la agenda de desdolarización y los aranceles coercitivos no son eventos aislados, sino piezas interconectadas de una disputa profunda por la dirección del mundo post hegemónico.

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